El ácido hialurónico es un material de relleno reabsorbible, no permanente, que está cada vez más de moda para la corrección de signos, faciales y no faciales, de envejecimiento cutáneo, pues sus resultados son muy naturales y el paciente no necesita habitualmente pasar por el quirófano.
Los rellenos de ácido hialurónico se usan para corregir defectos como arrugas y surcos de la cara (por ejemplo, los surcos nasolabiales), o como los labios adelgazados y con ”código de barras”, que aparecen como consecuencia del paso inevitable de los años, y que pueden empeorar con hábitos como el de fumar o el de exponerse de forma repetida a la radiación solar sin protección.
El ácido hialurónico también se emplea como tratamiento paliativo para corregir pérdidas de volumen en mejillas, fruto del proceso natural de envejecimiento o de enfermedades que producen alteraciones del tejido conectivo o atrofia grasa.
El ácido hialurónico no sólo se usa para remodelado facial (pómulos, parte posterior de mandíbula, mentón, elevación de la ceja…), sino también para mejorar el aspecto de otras zonas de nuestra anatomía como dorso de manos, pies, rodillas, escote, etc., o incluso para aumentar el tamaño de las mamas sin necesidad de recurrir a las tradicionales prótesis.
No se suelen requerir pruebas alérgicas previas a la utilización del producto, pues el ácido hialurónico es una sustancia que se encuentra de forma natural en nuestro organismo (piel, articulaciones…). No obstante, para reducir la posibilidad de efectos secundarios al tratamiento se recomienda que el producto no sea de origen animal, sino que sea biosintético y fabricado en un laboratorio especializado en el producto, con lo cual se evita la presencia de algunos alergenos que podrían desencadenar reacciones adversas de tipo alérgico.